Amaneció un día frío.
La niebla sobre el Arakil daba a la entrada al lugar de Garaño una sensación de falsa tranquilidad. A lo lejos se oyeron los graznidos de una pareja de cuervos que parecían adelantar los hechos que sucedieron después.
Conforme avanzaba la mañana y el sol de enero empezaba a ganar la partida a la bruma caprichosa, retumbaron en las faldas de itxaskoa los tambores de la vanguardia del ejercito de
Eustaquio de Beaumarché y el condestable de Francia.
El jefe del castillo, Fortun Iñiguez ya disponía de la información proporcionadas por las gentes de la cuenca de que se preparaba una partida de venganza por el apoyo al burgo de la navarrería, por lo que tenía en perfecto estado las murallas del castillo, con sus nuevas almenas, además de una buena provisión de agua, comida y todo tipo de objetos arrojadizos.
Antes de mediodia, el ejercito francés había cruzado ya el vado del río Arakil y se asentó al pie de las murallas para preparar el ataque. Eustaquio, consciente de la inutilidad de la batalla intentó parlamentar con los rebeldes atrincherados. De repente, se abrieron las puertas del castillo y cuando todos pensaban que iban a rendirse, comenzaron un fuerte ataque que hizo batirse en retirada a gran parte del ejercito frances. Eustaquio, enfandado como nunca, ordeno un ataque sin cuartel y gracias a la torre de asalto consiguieron entrar en el castillo aunque encontró una encarnizada defensa.
Después de horas de lucha consiguieron desalojar a los defensores del castillo que se refugiaron por los parajes cercanos.
Las tropas francesas, después del correspondiente saqueo, celebraron al victoria con una gran fiesta hasta altas horas de la noche.
De hecho, he aqui una muestra de la fiesta con la que los conquistadores celebraron el evento. Al menos hay que admitir buen gusto, talante y lo que es "savoir vivre" a los gabachos estos.
ResponderEliminarEn todo caso, se asemeja a las fiestas que se corren en la cerna ciudad de Gasteiz